Economía con sentido común

No hace falta estudiar economía para saber qué es de sentido común y qué no lo es. Por ejemplo, gastar más de lo que se tiene produce deuda; gastar el dinero de los demás debería hacerse con mayor cuidado que el de uno propio, por responsabilidad y honorabilidad. Sin embrago los gobiernos lo derrochan. Si el empleo es parte del mercado, mayor competencia deberá producir mayor volumen de empleo y mejores condiciones para quienes mejor lo hagan,  y peores condiciones para los más vagos y descuidados. La economía, o lo que es lo mismo, el mercado, en condiciones de libertad y no de intervencionismo estatal, es ciega, tal como se representa a la Justicia. El papel del Estado debe reducirse a corregir lo que el mercado, es decir, la economía, no abarca, a ayudar a aquellos -la minoría- que no pueden (no que no quieran) a participar en el mercado. Un símil: el papel del Estado debe ser algo así como el coche escoba en el ciclismo, y no quien decide el ganador de la etapa.

En definitiva, si uno no sabe gobernar su casa, mal podrá gobernar la de otros. Los políticos que manejan las vidas de millones de personas, no toman decisiones en base al sentido común. Su palanca de poder es la democracia, es decir la demagogia, esto es: decir a la gente lo que le gustaría oir. En el momento en que se les puedan reclamar responsabilidades civiles y criminales por la manera en que han manejado nuestros dineros, las irresponsabilidades terminarían ipso facto.  A falta de ello, qué menos que exigirles que estén preparados, con estudios, con licenciaturas, doctorados, con conocimientos y experiencia en el mundo laboral y que puedan demostrar -previo a acceder a sus cargos- que conocen de qué hablan, que sus carreras y vidas privadas reflejan exactamente aquello que predican.

El experimento genocida y fraudulento del marxismo, del socialismo en cualquiera de sus variantes (incluyendo a la droga blanda de la social-democracia actual) se ha demostrado un fracaso hace muchas décadas, y sin embargo seguimos teniendo más de lo mismo. Y tendremos. O hay libertad para decidir o los Estados decidirán por nosotros. O el mercado es libre o es intervenido. Pero no nos cuelen que puede ser las dos cosas a la vez.

Aquí se quiere proponer la lectura de aquellos libros relacionados con la economía que pueden entender todas las personas que ejercen esta disciplina todos los días en su vida privada y familiar, a los expertos en cómo llegar a final de mes, a los microeconomistas de la calle, y que somos la inmensa mayoría. Por eso, ¡que no nos hablen de derechos sociales, de ayuda al tercer mundo, de convenios colectivos! Los ciudadanos sabemos de economía porque la ejercemos día a día, euro a euro, con mucho esfuerzo, sin robar, sin subvenciones, sin ONGs, sin liberados sindicales, sin rescates, y eso sí... com mucho ánimo de lucro, el lucro sano que nos lleva a ahorrar para nuestro hijos, que nos permite tener un coche tan bueno como el coche oficial del político de turno, con el ánimo de lucro de poder ir de crucero de lujo como el sindicalista Toxo, con el sano ánimo de lucro de poder ser puercamente ricos como aquellos ricos de la tele a quienes con envidia vilipendiamos en la calle y las manifestaciones progres. Si algún día los políticos llevan la economía del país como la lleva el currito de a pie, y no hace falta que haya pasado siquiera por una universidad (politizada) para ello, será el día que se excluya definitivamente la palabra socialista de nuestro léxico.

"Libertad de elegir" de Milton Friedman es el libro básico y esencial para que todo ciudadano de a pie comprenda que a la economía también es aplicable el sentido común.