Una alternativa liberal para salir de la crisis
2012. Deusto
Progresando hacia una sociedad del Bienestar, no hacia un Estado del Bienestar.
Este autor se ha convetido en mi economista de cabecera. Este hombre describe la situación de intervencionismo extremo que aqueja a la economía de España, el cómo se ha llegado a esta gravedad, y el cómo se puede salir de la crisis, Con una facilidad que deja boquiaberto al más incrédulo. Sin tecnicismos, sin marear la perdiz, sin paráfrasis, sin circunloquios, y solamente manejando los términos que a todos nos afectan, dígase IRPF, IVA, déficit, deuda, impuestos, intereses, el señor Rallo pone al alcance del ciudadano de a pie entender la crisis y el papel que han tenido hasta la fecha los gobiernos progres tanto del PP como del PSOE. El análisis de Rallo no es más que aplicar el sentido común, claro que el sentido común en España se encuentra amordazado por la izquierda intolerante que tenemos. Dese una oportunidad de leer una alternativa a la propaganda progre que nos rodea y coacciona: será revelador.
El autor nos aclara desde la página primera que va a hablar de las 3 burbujas que hesmo sufrido en España: la financiera, la inmobiliaria y la de la Hacienda Pública, las 3 infladas por acción del poder político y legislativo. Lo que será ya una gran novedad para la progresía, que solo habrá escuchado hablar de “el ladrillo y los bancos”.
Lo injusto de la legislación laboral española se revela en estas palabras:
“la negociación colectiva [y] las regulaciones laborales españolas provocó que, llegada la crisis no se prescindiera de los trabajadores más costosos, o menos productivos -lo que habría permitido minimizar la destrucción de empleo- sino de aquellos que resultaba más barato despedir.”
Incluso tras la leve reforma de febrero de 2013 del PP:
“los contratos de trabajo indefinidos estaban protegidos contra el despido improcedente con 45 días de salario por año … máximo de 42 mensualidades, mientras que los contratos temporales apenas tenían una penalización de 8 días por año … inevitablemente sería el trabajador temporal el despedido.”
De tal forma a comienzos de 2012 la tasa de paro de los menores de 25 años era de 53%, mientras que la de los mayores de 55 solo 16%. ¿La respuesta social de los jóvenes? Pedir más de lo mismo, más protección para aquellos que ya están privlegiados en comparación con ellos.
El libro desmiente los bulos tan populares del socialismo, entre ellas la de que el empresario, sin legislación laboral de por medio, disfrutaría de barra libre para explotar al trabajador, cuando es al contrario: La legislación condena al paro al trabajador. Dadas unas condiciones de partida atrayentes para los empresarios, éstos se pelearían por contratar trabajadores.
Y ahondando en el intervenido mercado laboral, ¿se ha preguntado alguna vez lo que nos pregunta Rallo?:
“¿Qué diferencia hay entre un electricista que trabaja en exclusiva para una compañía y otro que trabaja de autónomo? … Ninguna … pero los primeros sí corren el riesgo de que, ante una caída de ingresos se les deba despedir por no poder renegociar sus condiciones laborales más allá del rígido marco … de los convenios colectivos … (cosa que sí puede hacer el electricista autónomo).”
iTodas estas cosas que nos comenta con claridad tan meridiana Rallo son tan obvias, saltan tanto a la vista, que es obligado preguntarse si en realidad la izquierda española no es conocedora de ello. Y si lo es, solo cabe deducir que estamos en medio de una sociedad de vagos, parásitos y vividores, en fin: que más de media España quiere vivir a costa de la otra y por encima insultarla llamándola facha por querer trabajar, a diferencia de ellos, que quieren vivir -bien- sin tener que hacerlo.
Otra falacia que demonta Rallo es la de que el déficit que tenemos es causado en gran parte, o sobre todo, por los rescates a la banca. (Hoy los españoles son tan intolerantes y envidiosos como hace siglos: si antes nos azuzábamos contra el judio y cristiano nuevo, ahora es la banca y los ricos la presa a perseguir). Sin embargo los 20.000 millones de euros empleados en rescatar a las entidades financieras (supuesto que computara como déficit, que no es el caso) sólo sería el 6% de todo el déficit, es decir 20 mil de 350.000 millones.
Una de las partes del libro está dedicada a mostrar cómo es posible recortar los gastos en un solo año en 135.000 millones, para solucionar el problema del déficit estructural y poder poder empezar a crecer, sin volver a la misma senda de antes. . Al lector podrá parecer misión imposible, incluso, si es un progre, le parecerá reprochable querer hacer cualquier tipo de recorte. Sin embargo, quien no viva de papá y mamá, de papá Estado, haya emigrado para poder trabajar o simplemente no tenga el cerebro irremediablemente absorbido por la propaganda progre podrá convenir conmigo que esos objetivos de Rallo deberían ser lo mínimo exigible. Por mi parte no reduciría el déficit, sancionaría con prisión no-indultable a todo aquel “servidor” público que genere cualquier déficit. Y ello no es utopía, no. Las utopías para los progres, que no saben lo que valen las cosas. Como Rallo, opino que:
“me agradaría que la descentralización fuera absoluta y llegara hasta el propio individuo [he aquí el meollo del liberalismo clásico], de modo que fuera él quien se quedara con sus ingresos y determinara la composición de sus gastos.”
El gobierno central que se ocupe de la Defensa y poco más. Además esto ayudaría a una saludable competencia fiscal a la baja entre las distintintas unidades políticas del país, dice Rallo. Lógico, ¿no se lo parece así?
En definitiva el libro está lleno de sentido común. Y sus usted está atacado de prejuicios y cree imposible otro método de gobierno que el que ya conocemos, el de la social-democracia, porque cree que al final se perjudicaría al más débil, y habría más diferencias incluso entre pobres y ricos, déjese de tonterías y abra la mente y los ojos: lea este libro aunque sea el único que lea sobre estos temas. Dese una oportunidad. No sea más una ovejita servil de la progresía millonaria, un tonto útil. Si hasta los Botín se declaran marxistas, ¡por Dios, despierte!