La camiseta ofensiva
Reproduzco a continuación, con nombres ficticios, una conversación que tuvo lugar entre dos amigos que iban paseando a la salida del trabajo como cualquier otro día.
-Y tú Alberto, ¿qué te hizo Jesús para que te metieras con él?
-...¿qué?
-Me refiero a lo de “Algo haría”.
-Ah, bueno. Pero tú no serás de esos católicos, ¿no?
-Podría.
-Pero... no me lo puedo creer... Y llevamos trabando juntos tanto tiempo, y no lo sabía.
-Ya ves. Uno nunca se conoce bien a otro, y no debe asumirse que todos somos o pensamos igual, así no te llevarás sorpresas. Pero podemos seguir siendo amigos, eh.
-Hombre, natural. Si yo soy tolerante con todo el mundo. Cada uno es como es...
-Correcto. Pero bueno, no me has contestado aún.
-Ah, pues... es que yo no soy nada creyente.
-No eres creyente, ¿qué quieres decir? ¿que no crees en nada?
-No hombre. En la religión.
-Pues yo tampoco. Aunque sí en Jesús.
Tras unos breves minutos de silencio.
-Oye, ¿también eres de derechas? ¿no me dirás que eres de los de Rajoy?
-No, claro que no. De Rajoy no...
-Ah, menos mal.
-Yo soy de los que tú llamas la extrema derecha, sólo que más aún que Rajoy.
-Ostia! Ahora sí que me matas! Pero tú eres de esos fachas que van con la bandera de España...
-Que no, hombre. Que no. Me parece que no tenemos los conceptos claros, o tú o yo.
-Yo estoy por la libertad, la libertad de verdad, no la de slogan. Por eso me das cierta envidia.
-Eh?
-Digo que tú puedes decir lo que piensas porque crees que todos piensan igual, y es lo políticamente correcto por la calle y en los medios. Yo pienso lo opuesto. Pero mis ideas tratan de eso, de respetar las de los demás. Porque yo sí sé que no somos todos iguales ni pensamos igual.
-Osea que... ¿no eres facha? ¿y no estarás con los empresarios y en contra de los trabajadores?
-Pues no sé a qué te refieres con estar en contra. ¿Tú estás en contra de tu jefe?
En éstas ya se iban a separar cada uno por su camino, y seguramente se encontrarían -si no mañana, sí al siguiente día a la salida del trabajo, y retomarían la conversación. Porque seguían en términos amigables a pesar de las palabras intercambiadas.
-Pues que no te oigan mis amigos por la calle, que sino... no te dejan vivo.
Aquel día tuvo que lidiar Alberto con el conflicto mental que le suponía saber que no todos en la oficina eran más o menos como él, sino que uno -al menos uno- de sus compañeros, de quien no hubiera sospechado nada malo hasta entonces, era de los enemigos, de los fachas. Y ahora, ¿cómo debería de tratarle, debía odiarle también? ¿cómo actuar cuando ya no podía asumir por más tiempo que todos en el trabajo eran o pensaban más o menos como él?
Viernes 16/03/2012