Hay una España que se cree superior a la otra, hay una mayoría, ortodoxa y homogénea que da el retrato de la sociedad española en general, y una minoría -o mejor, minorías, que representan a “los otros”, los marginados, los despreciados, los silenciados de la sociedad, ya lo sean por su condición política, económica o religiosa. Desde la Contra-Reforma en el siglo XVI se ha estado configurando esta sociedad compacta, cuya clave dominante es la intolerancia y el desprecio hacia “los otros”, normalmente castigándoseles al ostracismo intelectual y social, pero a veces también con el uso de la violencia, la coacción, y en casos extremos provocando guerras y revoluciones sociales.
¿Cuales son las Dos Españas hoy? ¿quienes los agresores y quienes los agredidos, los intolerantes y los despreciados? Está claro que hoy el tema religioso ha perdido su poder de coacción, y que la sociedad ya no está por quemar a herejes ni ponerles sanbenitos como antiguamente hacían los católicos a sus heterodoxos conciudadanos. Hoy la mayoría es precisamente anti-católica. Solo por ignoracia no lo es también anti-cristiana (no hay bastantes para hacer bulto, sino se les incluiría entre las presas a abatir). Hoy la masa ignorante del pueblo es anti-capitalista. Pura envidia, como siempre. Está en la naturaleza humana que la codicia, como la envidia, las disfracemos de víctimas: “no soy envidioso, pero el dinero que tiene fulanito es porque lo ha robado...”. Solo en una cosa han cambiado los españoles en los últimos años: han pasado de cristianos fariseos a progres fariseos. Ni antes eran buenos cristianos, ni ahora son buenos progresistas. Tras la fachada de izquierdas late el español intolerante y envidioso de siempre. Tras el nacionalismo regionalista y paleto late la soberbia del español arrogante y que no escucha ni quiere saber más que lo que su predicador-metido-a-político de turno le deja oir. Lisa y llanamente, son el mismo perro con distinto collar. Ayer oíamos al inquisidor con alborozo, esperando pescar las propiedades embargadas del hereje quemado en la hogera, hoy señalamos a los ricos, a los banqueros a la derecha a los fachas, a los católicos... a ver si algo cae y aumentamos nuestro capitalito, y aydamos a sacar adelante al hermano, al sobrinito, a la prima y al primo. Somos lo mismo, la misma escoria de pueblo ignorante y arrogante. Con la cabeza altiva, ignoramos todo aquello que nos es ajeno, respetamos las culturas de las antípodas pero no al vecino que va a la iglesia los domingos; apreciamos lo último en redes sociales y a la música que nos llega del mundo desarrollado y que no entendemos, pero despreciamos al inmigrante “sudaca” que aquí llega con sus mariachis y progresa trabajando duro, al gitano, al inmigrante senegalés, a los chinos tan distintos de “nosotros”, que no saben hacer más que trabajar, ignorantes ellos... En fin, que el que no ame la fiesta, el jolgorio, trabajar poco, vivir de copa en copa y de meneo en meneo es un facha y una lacra del pasado. El carnet de progre es certificación de que YO estoy a la moda en todo, de que sé donde están los males de la sociedad a nivel mundial y conozco sus responsables; el carnet de progre me exime de responsabilidad alguna en los males que aquejan a los pobres, a los oprimidos, a los indefensos... cualquier responsabilidad pasa automáticamente a ser adjudicada a los sin-carnet-progre. El carnet de progre exime también de tener que leer e investigar la verdad por mí mismo, tanto en lo social como en lo espiritual, pues el carnet de progre infiere conocimiento y sabiduría ipso facto desde el momento de su adquisición. Con el carnet de progre uno automáticamente se asegura no estar del lado de los culpables, de los malos de la sociedad, sino del lado bueno, del lado progre y concienciado, del lado de los bueniños. Por supuesto que nadie se cree de verdad que por reconocerse progre un día ya se haya convertido en una persona buena, socialmente hablando. Pero ayuda mucho, pero que mucho, a acallar la conciencia de inepto, de vago, de un miserable siervo de quien esté en el poder, un abrazafarolas, un cobarde sin escrúpulos y sin principios: “mis principios son estos, y si nos os gustan tengo otros”.
Las razones históricas y culturales de que España sea distinta a los pueblos anglosajones y de tradición protestante, las exlica muy bien César vidal en su serie de artículos publicados en Libertaddigital.com (http://www.libertaddigital.com/opinion/cesar-vidal/) y titulada Las razones de una diferencia.
Más abajo cito a dos personajes relevantes en la historia de España, que lograron reconocer que esa otra España, la de los heterodoxos, la no oficial, era tan respetable o más que la de ellos. Lograron apreciar, e incluso abrazar, la fe del eterno y aborrecido enemigo social. ¿Qué hizo falta para ello? Salir de España. Y por supuesto no ser una vil e irredimible alimaña como persona, que las hay, y muchas.
En Carolina del Norte, recién llegado, y celebrando una conferencia de profesores visitantes hispano-americanos que nos ofrecían nuestros anfitriones gringos, entre discursos de bienvenida y aplausos íbamos siendo presentados en aquella sala imponente del hotel todos los participantes. Había panameños, venezolanos, mexicanos, de todos los pueblos hispano-hablantes. Llegado el turno de uno de los nuevos profesores de español, un catalán, saltó la novedad de que el aludido no quería ser reconocido como español. Ja, ja, ja de los presentes, se rio la gracia, a todos les daba igual, total, no te van a pagar más por ser catalán, desde luego. ¡Como si te crees Bob-esponja! Lo que sí quedó claro es que el individuo en cuestión quería ser diferenciado de los demás “españoles”, él llevaba “carnet” de intocable. Él no era de los “otros”. Meses más tarde, en la primera y última fiesta de “españoles” que presencié, di con la versión vasca de nuestro mal nacional. Correspondía enteramente al retrato del “buen” vasco: buena persona, jovial y trabajador, campechano, formal y divertido a la vez, tolerante, fan del Atletic, en fin, una maravilla de hombre, hasta que hablando -porque es lo que más hacemos los españoles- descubro que el individuo en cuestión justifica los asesinatos de ETA (“a ver: no los justifico, solo digo que hay que comprender...”). Enseguida me dispara la retahila de desavenencias que tienen en su tierra con el resto de España, apoyado en la historia oficial que ha aprendido en las ikastolas de su gentil tierra. ¡Que se lo cuente a los muertos! Amigo Mikel, que no te coman el coco.
Por eso y mucho más me dan ganas de decirles, vive y deja vivir, aprenda usted a “mind your own business”, y... si te pica, ajos comes. Pero lo dejaré con dos citas elegantes:
“En diciembre de 1533 Rodrigo Manrique, hijo del Inquisidor General, escribía amargado desde París a Luis Vives … “Dices muy bien: nuestro país es una tierra de envidia y soberbia; y puedes agregar: de barbarie … queda fuera de duda que nadie podrá poseer allá cierta cultura sin hallarse lleno de herejías, de errores, de taras judaicas. Así se ha impuesto el silencio a los doctos” En Henry Kamen, Una sociedad conflictiva: España, 1469-1714
La versión actualizada a hoy podría sustituir “herejías, errores” y “taras judaicas” por “conspiraciones”, “revisionismos históricos” y “posturas fachas o fascistas”.
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“These poor deluded and amiable creatures, who have no notion of who they themselves are and are therefore incapable of making their own future. If they really get around to knowing who they are and why they are, maybe one day they will be able to assume the reins of their own collective destiny.”
Américo Castro