El tiempo ilustrado de Pablo de Olavide. Vida, obra y sueños de un americano en la España del siglo XVIII
Corta pero muy aprovechable e interesante biografía de este personaje destacado de la Ilustración española. Ejemplo paradigmático del heterodoxo español de su época. Un genio y un personaje de ideas demasiado avanzadas para la España de su época. Su aventuras y desaventuras por Perú, luego Europa, luego España, luego Francia y finalmente de nuevo España, merecerían de por sí un libro en exclusividad. El autor de esta biografía nos da un breve repaso a su obra y vida, pero nos abre de verdad el apetito para conocerlo más. Fue sobre todo conocido por ser el creador de las colonias de extranjeros flamencos y alemanes en las desabitadas -salvo por bandoleros- tierras de Sierra Morena. Experimento social de los administradores ilustrados que al paso de unos pocos años se demostró un éxito, eso sí, hubo que traer campesinos de verdad desde otras partes de España, pues los extranjeros no eran campesinos sino urbanitas proto-hippies fraudulentamente colados por el corrupto comisionista alemán de turno.
Pero la vida de nuestro Pablo de Olavide intriga al lector, y mucho. Se codeó con las luminarias francesas del momento, sobre todo con Voltaire, y conoció el París de Luis XVI y María Antonieta en lo felices momentos antes de caer la guillotina [recuerda un poco a la Cuba de Batista antes de llegar el aguafiestas gallego para ponerse él en su sitio] y volvió a la Francia en plena Revolución para salir de ella escaldado, justo a tiempo cuando en España el gobierno le ofrecía el indulto de todas las condenas que le había hecho años atrás la Inquisición, ese aterrador monopolista de la moral y lo políticamente correcto de entonces. Sí, lo habían acusado de hereje. Pero para lamentación de los progres de hoy no lo era. Era un español muy normal, que simplemente había podido conocer lo que se cocía al norte de los Pirineos, había comparado y se había dado cuenta de lo mucho que teníamos que cambiar. Pero, aunque el autor de esta biografía, lo califica en varias ocasiones de contradictorio, no creo que lo fuera, porque Olavides criticó sin tapujos la hipocresía de la clase eclesiástica española y el abuso de las aristocracia con respecto a los campesinos, sobre todo en Andalucía, pero no por eso era un revolucionario. Había mucha diferencia entre la España absolutista de los Borbones y la Francia pre-revolucionaria y anti-cristiana de los filósofos. La prueba está en que en cuanto empezaron a rodar cabezas por Francia y se creaba un estado policial que superaba en radicalidad al Estado homólogo creado por la Inquisición en España, Olavides no veía el momento de regresar, y de hecho abrazó el catolicismo más fervorosamente que nunca. Olavides conoció ambos extremos; y como todos los extremos se juntan, solo buscaba reconducir a la sociedad y al Estado por el buen camino, el de la ciencia, el progreso, la justicia social, la libertad frente a la dominación del clero y la aristocracia. No buscaba suplantar un extremo con otro: no era un dogmático, sino realista; no era un iluminado, sino un hombre con sentido común.
Olavides se había criado en Perú. Llegó joven a España, libre de ataduras a ninguna bando político. Su bagaje cultural, su valía le valió para ser enviado por el ministro Aranda a Andalucía, a Sevilla, como representante allá del gobierno central. Y allí se centró en lo suyo, en las reformas de la universidad de Sevilla, de la sociedad y hasta de las costumbres de los sevillano. Hizo todo lo pudo hasta que con la Iglesia Católica española se topó. Como dijo un conde: "por la animadversión de los frailes a quienes despojó de sus privilegios universitarios, está preso en la Inquisición."
Olavide percibió bien la anormal de la situación del campesinado andaluz: "se ejercitan en ir a trabajar a los cortijos y olivares, pero no van sino cuando los llaman los administradores de las heredades [...] pero en llegando el tiempo muerto, aquel en que por la intemperie no se puede trabajar, perecen de hambre, no tienen asilo y se ven obligados a mendigar [...] Estos hombre son la mitad del año jornaleros y la otra mitad mendigos, y acaban por acostumbrarse a vivir de limosna y a no buscar trabajo." Me pregunto cuánto ha cambiado esta situación desde entonces al año 2013.
No carecía tampoco de buen juicio a la hora de evaluar el vicio, según él, "principal de los españoles: opinar sin saber, con el objeto de hacer daño y evitar que el trabajo y los méritos de otros se reconociesen, evitando así quedar en evidencia los que nada hacían."
Su ideal político, si hemos de creer a Marchena Fernández, era así de sencillo -y sin embargo ajeno al carácter español: "Olavide proponía mayor libertad para crear, trabajar y crecer, estimando que lo que no perturbaba el orden público dependía solo de la conciencia personal". Ay, lamentablemente a Olavide le tocó nacer en la Perú de España, y no en la América del Norte de sus coetáneos Washington, Jefferson, Adams y Hamilton.
Termino con una cita del escritor José Cadalso, contemporáneo de Olavide, acerca de los españoles, a quien Marchena califica de uno de los desengañados por el triste fi de las reformas en España:
"veo tres clases de españoles: los de la primera son los ignorantes, tan lejos de compadecerse de su país natal que no creen haya en el mundo tierra que igualar con él; los de la segunda clase lloran, gimen del todo inútilmente; los de la tercer ven el mal, no ignoran el remedio, pero conociendo tales y tales obstáculos imposibles de vencer, se meten en un rincón."
Definitivamente España ha cambiado muy poco desde entonces.